miércoles, 19 de mayo de 2010

“EL ÁRBOL DE LA VIDA” de Yolanda García Bustos


Autora: Yolanda García Bustos
¡Gloria a los que cimbran la conciencia!
Gabino Palomares

“Desde muy chica yo sufrí de los pulmones, por lo que constantemente tuve que estar recluida en hospitales. Cuando cumplí dieciocho años mi permanencia en el de Tlalpan se alargó. Allí me hice de muchas amigas, pues varias de las enfermas venían de provincia, las ingresaban sus familiares no volvían a acordarse de ellas, a otras por ser muy pobres no podían apoyarlas económicamente. Esa desolación nos hizo unirnos más.
A mi si me visitaba mi hermano. Como le prohibían que me pasara alimentos, él conociendo de mi gusto por el pan de “La Luna”, se las ingeniaba para llevarme algunos en la manga de la camisa.
A otras internas y a mí se nos ocurrió que para reunir fondos venderíamos nuestras manualidades . Y montamos una exposición con mucho éxito pues nos donaron telas, estambre y dos máquinas para coser y bordar, pero el constante pedaleo, ocasionó que en algunas progresara más rápido la enfermedad y las más débiles fallecieran, el taller se tuvo que cerrar.
De tanto convivir, llegamos a querernos como hermanas, como muchas de ellas no sabían leer ni escribir, cuando les llegaba correspondencia, yo les leía sus cartas y luego me pedían que las contestara, a algunas las enseñe a leer y escribir, otras decían: ¡ya para qué, si ya me voy a morir¡.
Ante el deceso de alguna compañera, si sus familiares no las reclamaban sus cuerpos eran donados para investigación a la Facultad de Medicina y mientras llegaban por ella, su cadáver permanecía horas y horas en la mesa del comedor, sin una veladora, ni siquiera una flor.
Pero un buen día las autoridades decidieron dar otro uso a ese Hospital en donde a pesar del dolor de sabernos enfermas, nos sentíamos acompañadas. Nos ofrecían mandarnos al nosocomio de Veracruz, varias de nosotras no aceptamos, preferíamos regresar a nuestras casas.
Al despedirnos juramos continuar la amistad, y prometimos reunirnos para platicar, pero nos preguntábamos ¿dónde, en qué lugar? Y entonces el seis de agosto del setenta y ocho se nos abrió el cielo, pues conseguimos un local que estaba casi en ruinas, lo tuvimos que pintar, poner una barda y hacer propaganda. Y así fue como nació “El Árbol de la Vida”. Cambiamos muchas veces de domicilio, hasta que en 1991 conseguí esta casa, en un principio sólo para sesiones de terapias de grupo después lo fuimos acondicionando como albergue.
Si fundé este lugar es porque durante mi permanencia en hospitales me di cuenta que los enfermos no mueren por dolor físico, sino por indiferencia, sí por el abandono de sus familiares, por que mientras se sientan aceptados y apoyados están bien emocionalmente y tienen el valor para cuidarse y seguir adelante pero cuando se dan cuenta que no le interesan a nadie, les deja de importar la vida, necesitan saberse aceptados para poder enfrentar al cáncer, al VIH, a la leucemia, a la embolia, en fin a las enfermedades terminales por eso nuestro lema es ¡Enfermos en Superación¡.
De momento tenemos sólo ocho asilados o anexados de tiempo completo, otros veintitrés que viven aquí pero aunque incapacitados algunos, todos salen a desarrollar sus trabajos: muchos retoman sus estudios, su carrera laboral, algunos han concluido su profesión, rehacen su vida sentimental. Por ejemplo, tuvimos un compañero que a pesar de haber llegado aquí desahuciado por los médicos que le daban tres meses de vida, desafió a la muerte y vivió ocho años, suficientes para independizarse económicamente, realizarse en su trabajo, casarse, tener una hija. También tenemos enfermos que sólo vienen a sus juntas pero que son de escasos recursos y requieren de pañales, comida, medicamentos. Lo que más estamos necesitando son camas porque las pocas que tenemos están en muy malas condiciones, unos incluso son catres.
Hay personas que allá afuera viven la muerte social y se sientan a esperar la muerte física. Aquí enfrentamos a la enfermedad sin miedo, ponemos énfasis en la vida no en la muerte. Combinamos medicina, psicología y tecnología para ayudar a los enfermos a aceptar a la inevitable muerte, basándonos en los doce pasos de Alcohólicos Anónimos, modificamos y concluimos que nuestro deber es:
Aceptar la propia enfermedad y vivir con ella solo por hoy; hacer un análisis de la propia personalidad; alcanzar la catarsis enmendando los errores del pasado; reconocer que se depende de un poder superior; y ayudar al prójimo.
Aclaro, ¡aquí la recuperación se logra sólo echándole acción a estos principios!, y que aunque “poco a poco se va lejos” no se vale irse de rodillas.
Es así como Doña Emma Medina Martínez da testimonio de su férrea e inquebrantable perseverancia la cual le ha permitido lograr que el pasado mes de agosto se hayan cumplido veintiocho años de haberse fundado “El Árbol de la Vida”, grupo de autoayuda situado en la colonia Clavería, al que acuden hombres y mujeres de todos los niveles sociales, culturales y económicos, pero que tienen algo en común: padecen alguna discapacidad o enfermedad que además de ir disminuyendo su salud física los deprime y en muchos casos los hace víctimas de menosprecio, insultos e indiferencia por parte de sus familiares y amigos.
Emma, mujer con un halo de bondad madura, de calidez contagiosa, dulce semblante, mediana estatura, cabello corto, castaño, con su entrega total por servir y con todo su amor ilumina la vida de los enfermos y los motiva a sanar sus heridas emocionales viendo por sí mismos y ayudándose unos a otros, algunos podrán abandonar el lugar al cabo de algún tiempo, pero la mayoría sabe que ésta, es su última morada.
El pretexto para visitarlos puede ser acudir a alguna de las ventas de garage que realizan para conseguir recursos, pero lo que en verdad motiva a regresar es que: “al abrirse la reja negra de esa casa lo único que se encuentra en sus integrantes es la expresión de felicidad y vitalidad de quienes aún teniendo los mayores motivos para ser desgraciados irradian tranquilidad y paz”.
En Azcapotzalco, en el siglo diecinueve se libró la última Batalla por la Independencia de México; en los albores del siglo XXI en nuestra demarcación los lidiadores son los anexados de “El Árbol de la Vida” que combaten día a día contra la sociedad que los margina con sus actitudes y los condena con su maltrato; luchan contra la vida que se ensaña contra ellos; pero el mayor de los retos es consigo mismos por no caer, por disfrutar cada amanecer en que el Poder Superior les brinda la oportunidad de despertar y seguir respirando “Solo por hoy” y recordando que “La vida, es como un cerillo, cuando por fin la llama se estabiliza el pabilo ya se acabó”.

No hay comentarios: